Tailandia - un viaje que se siente con todos los sentidos
Del latido de Bangkok a islas donde el tiempo se detiene.
El latido dorado del sudeste asiático
Bangkok
El calor suave de la tarde envuelve la ciudad mientras un aroma a jazmín y especias flota en el aire. Desde las alturas, la silueta de los templos dorados brilla entre el laberinto de calles, mientras el río Chao Phraya serpentea como una cinta de seda.

En tu primera noche, la ciudad te recibe con una cena suspendida en el cielo, donde las luces parpadeantes se confunden con las estrellas y los sabores tailandeses se convierten en tu primer recuerdo imborrable.
Al amanecer, la energía de Bangkok se despliega ante ti: el brillo hipnótico del Buda de oro en Wat Traimit, el murmullo de los mercados de Chinatown, la serenidad profunda del Buda Reclinado en Wat Pho y la majestuosidad del Gran Palacio Real.
Entre templos y mercados, disfrutas de un paseo privado en barco por los canales, explorando rincones a los que solo llegan los locales.
Cuando la noche cae, el Mandarin Oriental Bangkok se convierte en tu refugio frente al río, donde el legado de más de un siglo se combina con el lujo atemporal y el servicio impecable.
El alma cotidiana de Tailandia
Mercados y canales
El ritmo de la ciudad se transforma en Maekhlong, donde el paso del tren atraviesa un mercado vivo, obligando a los vendedores a mover sus puestos en un baile perfectamente sincronizado. Luego, el agua se convierte en camino en el mercado flotante de Damnoen Saduak: botes cargados de frutas, especias y flores se deslizan lentamente entre canales, en una postal viva del alma tailandesa.

Para un toque único, un chef local te espera en una casa flotante para preparar juntos un menú tradicional mientras el río murmura historias antigua
Donde el tiempo se detuvo
Ayutthaya
Entre campos de arroz y palmeras, emergen las ruinas de un reino que fue esplendor. El Palacio de Verano de Bang Pa-In se alza junto al río, elegante y silencioso. Cruzas en teleférico para descubrir un templo gótico inesperado, y más adelante, la imagen de un Buda atrapada entre raíces centenarias en Wat Mahathat parece observarte con calma eterna.
Serenidad y calma
El atardecer tiñe de oro el templo de Chaiwatthanaram, reflejando sus torres en el río.
Mientras el sol se oculta y el río se tiñe de tonos dorados, regresas a tu refugio junto a la orilla, el SALA Ayutthaya Boutique Hotel, donde el diseño contemporáneo abraza la serenidad del paisaje.
La cuna de la historia
Sukhothai
En esta antigua capital, el amanecer acaricia las estatuas budistas con una luz dorada que parece encender su sonrisa. Entre estanques de loto y chedis centenarios, el Wat Sri Chum guarda un Buda monumental que emerge como guardián del lugar. Aquí, la historia se vive en silencio, rota solo por el canto lejano de los monjes. Esa paz te acompaña de regreso al Sriwilai Sukhothai Resort & Spa, donde el horizonte se cubre de arrozales y jardines tropicales que invitan a la calma más pura.
Naturaleza, arte y espiritualidad
Chiang Rai
En lo alto de las colinas, el Jardín Botánico de Mae Fah Luang despliega un tapiz floral de mil colores. El Wat Phra That Doi Tung regala vistas infinitas sobre montañas y fronteras, mientras el Triángulo de Oro susurra historias de tres países unidos por el Mekong.

Detén el tiempo
Un recorrido en barco privado por sus aguas te descubre aldeas escondidas y mercados ribereños. El Le Méridien Chiang Rai Resort te recibe junto al río Mae Kok, con jardines que parecen fundirse con la selva y atardeceres que invitan a detener el tiempo.
Entre azul y blanco
Camino a Chiang Mai
Antes de llegar a la ciudad, el Wat Rong Seur Ten, o Templo Azul, fascina con su intensidad hipnótica y detalles que parecen pintados a mano. Poco después, el Wat Rong Khun, o Templo Blanco, aparece como un sueño etéreo, reflejando la luz en cada filigrana.
Alma del norte
Chiang Mai
El mercado de Waroros despierta con aromas a curry y frutas exóticas, mientras las mujeres con trajes tradicionales ofrecen flores y sedas. Paseas por el casco antiguo en un trishaw, descubriendo templos y murallas antiguas. El ascenso al Wat Phra That Doi Suthep, entre peldaños custodiados por serpientes naga, culmina con vistas que dominan la ciudad y los arrozales.
Calma pura
Muy cerca, el Wat Phalad se oculta entre árboles centenarios, donde la bendición de un monje se convierte en un instante de calma pura.
El Four Seasons Chiang Mai se abre entre arrozales y montañas, un santuario donde cada amanecer se acompaña del canto de los pájaros y el aroma a jazmín.
La isla que el tiempo olvidó
Koh Kood
En esta joya casi virgen, playas de arena blanca y aguas turquesas se esconden tras selvas exuberantes.

Llegas en lancha privada al Soneva Kiri, un paraíso donde las villas se suspenden entre la jungla y el mar, y donde puedes cenar en una mesa colgante entre las copas de los árboles o disfrutar de cine bajo las estrellas con los pies en la arena.
Elegancia sobre el mar
Phuket
En la península de Pansea, rodeada de palmeras y aguas cristalinas, el Amanpuri personifica la esencia del lujo discreto. Desde su playa privada, puedes zarpar en un yate hacia las islas Phi Phi para un picnic en una cala desierta o sumergirte en arrecifes que parecen jardines submarinos.